Tras la escasa repercusión de sus dos proyectos anteriores (Thee Hypnotics, grupo garagero que en la década de los noventa publicó referencias con sellos tan relevantes como Sub Pop o American Recordings, y Black Moses, incendiario power-trío que con el correr de los años ha devenido banda de culto), Jim Jones conoce al guitarrista y promotor Rupert Orton y juntos deciden emprender una aventura musical bajo el nombre de The Jim Jones Revue. Consiguen reclutar para la causa al bajista Gavin Jay, al pianista Elliot Mortimer y al baterista Nick Jones y en septiembre de 2008 publican su primer y homónimo álbum con la etiqueta Punk Rock Blues Records. Antes había quedado registrado en diversos artefactos -singles, recopilatorios y ep´s- un buen puñado de canciones que dejaba entrever el camino que seguiría el combo inglés.
Así, el primer disco de la banda de Jim Jones es un excitante y sudoroso ejercicio de perversión de los presupuestos clásicos de la música que se despachaba en los states allá por la sexta década del pasado siglo. Grasiento y peligroso rocanrol en torno al que se articula un debut apabullante. Uno de esos discos que consiguen volarte la cabeza a la primera escucha.
Aquí hay roncanrol, sí, por supuesto. Pero también rockabilly. Y blues. Y soul. Y country. Y garage. Y punk. Y punk. Y punk. Diez cartuchos hipervitaminados, presentados en glorioso y negro vinilo, que respiran y se retuercen en una suerte de orgía de guitarras aceradas, gargantas desbocadas y pianos omnipotentes. Y ese bajo. Y esa batería. Puro hormigón armado. Solidez y contundencia.
“Princess & the Frog” abre el invento. Poco más de cuatro minutos de desparrame a lomos de un piano trotón (imperial Elliot Mortimer) y unas cuerdas vocales al borde del colapso, que nos preparan para un viaje frenético. Tras oír esto es imposible no implorar, rogar, mendigar unas migajas más de la música del Maligno.
Desde aquí y hasta el final -el colofón es ese “Cement Mixer” que cierra la cara b y cuyo órgano me pone palote hace salivar-, siete tonadas de composición propia y dos versiones (“Hey Hey Hey” y “The Meat Man”, Little Richard y Jerry Lee Lewis respectivamente, no podía ser de otra forma) que se mueven en los mismos parámetros de salvajismo y lascivia que el tema de apertura, potenciados por la cruda y primitiva producción, a cargo del propio Jim Jones, que hace que las membranas de los altavoces no disfruten de un segundo de sosiego, y que, en definitiva, son las 5 + 5 que integran esta primera entrega de los londinenses.
The Jim Jones Revue no inventan nada, pero en su debut nos ofrecen una aguerrida y necesaria actualización del rock cuya escucha te deja exhausto pero feliz.
Música eterna. Rock and Roll, motherfuckers.
Candela!
Candela, Sergio, o como diría un amigo: candelita, candelota.
Recomendado hace tiempo por el que firma el -excelente- artículo, refrendo uno por uno sus elogios hacia el disco. Ciertamente, todo un chute de magnífico «rocanrol» (me la quedo).
Que alegría leerle por aquí, señor. Discazo, sí. Más de una vez, cerveza en mano, hemos hablado de él.